Cada 26 de octubre, la Iglesia católica celebra el santoral en honor a San Evaristo, papa y mártir, figura destacada del cristianismo primitivo. Su pontificado, entre los años 96 y 108, estuvo marcado por la consolidación de la estructura eclesiástica y por su firme defensa de la fe frente a las herejías de la época.
Según las crónicas, Evaristo era de origen griego y de ascendencia judía. Tras formarse en Roma, fue elegido sucesor de San Clemente I y gobernó la Iglesia durante el reinado del emperador Trajano. A él se le atribuye haber establecido normas sobre la consagración de obispos y la organización de las comunidades cristianas en torno a los presbíteros y diáconos. Murió mártir y fue sepultado en el Vaticano, cerca del sepulcro de San Pedro.
Además de San Evaristo, este 26 de octubre también se conmemoran otros santos y beatos que dejaron huella en distintas regiones de Europa. Entre ellos, San Amando de Argentorato, obispo del siglo IV conocido por su labor evangelizadora; San Ceda de Lastingham, monje inglés que fundó varios monasterios en Northumbria; y San Eata de Hexham, obispo y discípulo de San Aidan de Lindisfarne.
La lista del día se completa con San Marciano de Nicomedia, San Rogaciano de Cartago, San Fulco de Pavía, San Luciano de Bitinia y los beatos Buenaventura de Potenza y Damián Furcheri, entre otros.
¿Por qué se celebra el santoral?
El santoral diario recuerda la vida de quienes, según la tradición católica, fueron ejemplo de fe, sacrificio y servicio. Para muchos creyentes, conocer el santo del día también significa celebrar el onomástico, es decir, el día del nombre propio en honor al santo patrono.